CUMPLIR SIEMPRE EL ENCARGO DEL SEÑOR
En la Primera Lectura de la misa escuchamos el relato conmovedor que nos hace san Lucas, -en los Hechos-, de la despedida de Pablo a los presbíteros de Éfeso, una de las comunidades que él había fundado.
Les manda llamar a Mileto, por donde él pasa de camino a Jerusalén, y en la playa -antes de subir al barco-, el Apóstol les comparte lo que tiene en su corazón.
Les cuenta las penalidades que sobrellevó por anunciarles el Evangelio y añade:
“Y ahora me dirijo a Jerusalén, forzado por el Espíritu. No sé lo que me espera allí, sólo sé que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me asegura que me aguardan cárceles y luchas. Pero a mí no me importa la vida; lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios”.
(Hch 20, 17-27)
¡Qué tremendo! Qué entrega a la labor que Dios le encomendó, y también cómo se refleja en estas palabras el secreto de su eficacia: Dios que lo va llevando. Abierto a sus planes, más que cuidado de sus propios gustos o su comodidad.
JESÚS SE DEJA GUIAR POR EL ESPÍRITU SANTO
El mismo Jesús, en diálogo con su Padre, también hace una confidencia un tanto análoga, que sale en el evangelio de la misa:
“Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste”.
(Jn 17, 1-11 a)
En su evangelio, san Juan se refiere muchas veces a la entrega de Jesús en la Cruz como su glorificación.
También Vos, Señor, vas guiado por el Espíritu a una entrega total para glorificar al Padre, y para darnos la vida eterna. Qué intensa y qué fecunda debe ser la vida de alguien que va dejándose llevar por el Espíritu Santo.
ZAMARREADOS POR ESPÍRITU SANTO
De san Josemaría decía don Álvaro del Portillo -quien lo acompañaba muy de cerca- que vivía zarandeado por el Espíritu Santo. El Señor podía hacer con él lo que quería. Claro, uno que vive así, es un instrumento de Dios en el mundo, que en la práctica puede hacer presente su amor y su poder entre los hombres.
Uno que vive así, como san Pablo, y el mismo Jesús -por supuesto-, está continuamente con el oído atento a los planes que tiene para su vida: Él, que es Todopoderoso y Padre.
Parece algo emocionante, que Dios pueda querer contar con una persona para que tenga una misión en la tierra. Y que la puede llevar a cabo, hasta el final, o quizá no, quizá no quiere y hace oídos sordos…
Ahora bien, resulta que no hace falta ser un santo como san Pablo para que Dios quiera contar con nosotros para obrar el bien en este mundo, o para que nos envíe su Espíritu, que nos puede ir sugiriendo qué hacer o cómo hacerlo: “Salir de nosotros mismos para ir al encuentro de los demás” ...
De todos nosotros, de la gente más normal, el Señor espera esa cooperación, porque con cada uno quiere contar.
UNA BEATA CON LA CONFIANZA PLENA EN DIOS
Esto es algo que se ve que Guadalupe Ortiz de Landázuri, una fiel del Opus Dei que fue beatificada hace dos años y cuya fiesta es hoy, ella lo tenía bastante claro.
A la vez que se consideraba una persona normal y reconocía sus defectos, se ponía en manos de Dios para que pudiera hacer cosas grandes con su vida. ¡Y las hizo!
Esto se ve en parte en las cartas que le escribía a san Josemaría, y que están publicadas en un libro que se llama “Letras a un Santo” (disponible para descargar de la página del Opus Dei).
Y también se puede ver por los frutos que dio su vida en muchas personas que se decidieron a buscar la santidad en la vida ordinaria impulsadas por su ejemplo, su alegría y su palabra.
En una de esas cartas le escribía a san Josemaría:
“Padre: Qué alegría me da decirle que aquí me tiene, ahora haciendo cabeza y mañana en el último puesto, siempre contenta porque sirvo al Señor. Cada día tengo más confianza en su ayuda y menos en mis fuerzas”
(AGP, GOL A-00004).
GUADALUPE, UN EJEMPLO DE VIDA
Cuando Guadalupe fue beatificada hubo una reunión con muchas personas que habían asistido a la ceremonia en Madrid. Entre los que participaban estaba un sobrino nieto de la nueva beata, que contó cuál era el secreto de la alegría y el optimismo de su tía abuela.
Según les había contado el hermano de Guadalupe, ella siempre estaba con esa alegría y ese optimismo, porque veía todas las cosas como venidas de Dios. Se ve que tenía conciencia de que el Señor contaba con ella. Que la guiaba, que estaba detrás de la trama de su vida. Se sabía instrumento de Dios.