Hoy, 8 de septiembre, se celebra con gritos de júbilo el nacimiento, el cumpleaños de nuestra Madre la Virgen María. Sabemos que Ella fue concebida por obra y gracia del Espíritu Santo, Dios actuó sobre su alma (inmaculada) en el momento de su concepción.
El 8 de septiembre se echan las campanas al vuelo por su natividad, una de las fiestas marianas más antiguas y quiero sumarme a esta celebración con el deseo de que reconozcamos (nosotros como cristianos) la importancia de este saludo a la Madre de Jesús, nuestra Madre.
Aunque la Iglesia celebra esta fiesta en esa fecha, en el Evangelio no encontramos antecedentes sobre su origen, pero las tradiciones mencionan su nacimiento en Belén y la corriente griega y armenia indican a Nazareth como su patria.
Por eso, con este día se abre el año litúrgico bizantino y se determina la celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María.
¿Por qué es importante destacar la Natividad de la Santísima Virgen María?
Porque Ella nos enseña a descubrir la historia humana, la nuestra, el amor de Dios, de generación en generación, y nos ayuda a comprender la lealtad de Dios a la promesa que hizo a Abraham y a su descendencia. Es la oportunidad para hacer catequesis con nuestra vida.
Por ejemplo, dar gracias por nuestra Madre del cielo y agradecer por el día en el cual cumplimos. Dios nos regaló el don más preciado: la vida, y ¿Cómo le agradecemos esa dádiva?
Viviendo bien. La Virgen María lo hizo viviendo y cumpliendo su admirable tarea. Obedeciendo a la palabra sobre su misión. Ella es nuestro ejemplo para demostrar lo que uno es capaz de alcanzar cuando decide proponerse con benevolencia, con aceptación, decirle ¡sí! a Dios todos los días de nuestra vida.
Debemos agradecer la vida de nuestra madre María y reconocer que el día en que cumplimos años, debe ser de alegría, porque gracias a la Virgen y a su humilde aceptación, vino el Salvador al mundo y nos permitió descubrir el camino más corto, insuperable, libre para someternos a la sabiduría del hombre más sabio que ha visitado la tierra: nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
Experiencia personal
Siempre me han gustado las fiestas de cumpleaños. Yo celebré el mío por primera vez, a los diecisiete años . Nunca se me había celebrado uno, quizá porque la situación económica no lo permitía o porque no se le daba importancia, mi hermano dice que para él es un día igual a cualquier otro; mi hijo, piensa igual (aunque siempre) desde su primer añito, se lo cantábamos.
Hasta la fecha, procuro celebrarlos y ahora (entrada en años) he tenido la dicha de festejarlos fuera de mi país y en lugares que nunca imaginé.
En mi niñez y adolescencia inventaba los cumpleaños que nunca tuve. Así que a mis diecisiete años comencé a planear, generalmente, tipo sorpresa, los cumpleaños de los amigos, del que ahora es mi esposo o de algún familiar. Eran momentos sanos y emocionantes, compartíamos instantes inolvidables.
Imagínense cuántos cristianos hay en el mundo y el regocijo que sentiría nuestra Madre si celebráramos con alegría su cumpleaños. Si todas las iglesias del mundo destacaran con bombos y platillos, esta ocasión tan importante.
Debemos esperar con fe nuestro cumpleaños
No celebrar por celebrar y cuando lo hacemos tener presente a la Virgen, agradecer por el año que ha terminado, por el año que vivimos. Confiados y con la esperanza de que el nuevo año que nos regala Dios será mejor.
Es nuestro deber no permitir que las situaciones diarias, impaciencia y pruebas de la vida (pesimismos, negatividad, la ira, la tristeza, la ansiedad, la apatía) nos alejen de nuestro Señor y es la Virgen María quien nos enseña a no perder la paz. Toda su vida nos deja claro que si queremos disfrutar la vida no debemos perder la paz.
¿Qué regalo le puedes dar tú en su Natividad a la Santísima Virgen este año y siempre?
Yo, por ejemplo, el regalo que le ofrecí a la Virgen lo inicié antes de mi Consagración a Ella: el Rosario, lo hago todos los días, no importa la hora, se lo ofrezco con amor. En una ocasión, me fui a una fiesta y regresé a casa como a las dos de la mañana y a esa hora me senté a hacerlo y lo hice con más alegría y entrega porque no permití que el sueño o la pereza me vencieran. Quería dejar de tomar café con azúcar y la única manera de hacerlo fue ofreciéndoselo a Ella.
En días pasados le compartí un vídeo de ejercicios físicos a una hermana de la iglesia y le comenté que llevaba cuatro semanas de estar haciéndolos todos los días en casa. Me miró asombrada y me preguntó, ¿Y sola, no te da pereza? Le respondí, se lo ofrecí a la Virgencita. Sonrió. Sigo con mis ejercicios.
Cuando hago el Rosario o cuando voy a misa y mi esposo me acompaña me siento inmensamente agradecida, porque a pesar de ser casados por la iglesia casi nunca me acompañaba, lo que provocaba que (en algunas ocasiones) regresara molesta, hasta era grosera. Él me decía con ironía: y eso que vienes de la iglesia.
Los años pasaron y siempre era lo mismo.
Cambié, comencé a pedirle a la Virgencita por él. En una de esas oportunidades de la vida decidió ir. Escuchó el sermón de un sacerdote y le gustó tanto lo que decía sobre la importancia de la Eucaristía que me comenta: me está convenciendo de confesarme para recibirla. Yo, ni corta ni perezosa, aproveché y hablé con el presbítero.
Tres días después estaba confesándose. Ahora me acompaña a misa todos los domingos y, algunos días de la semana. También comulga. Tenía mínimo quince años o más de no hacerlo.
Hace como un mes tenía una reunión en el Cursillo de Cristiandad al que pertenezco y era en otra iglesia, así que le dije: hoy te salvas de ir a misa. Me respondió: no te preocupes que yo voy solo. Me reí y le respondí: sobre todo. Cuando regresé me dijo que había ido.
En la tarde una amiga me llamó y me dijo: Vi a tu esposo solo en la iglesia, ¿estás bien? Entonces, ¿cómo no celebrar la Natividad de mi Madrecita María, si los regalos los recibo yo?
El obsequio
El mejor obsequio que podemos darle a María es abrirle nuestro corazón para que reine en el nuestro y así prevalezca Cristo. De esta manera, se cumplirá “el tiempo de su inmaculado corazón”.
Mi salud, mis hijos, mis amistades los que necesitan de una oración, alguna familia con problemas, por todos le pido a la Virgencita que interceda ante su Hijo.
Hazlo tú también, dale ese regalo de pedir su intercesión y el solo hecho de acordarte de Ella será un regalo que recibirá con alegría y amor.
El obsequio, en realidad, lo recibimos nosotros, pero el confiar en Ella, el sentarte a pedir por los demás, ese tiempo que le regalas haciendo el Rosario, rezando el Ave María, La Salve, El Ángelus, el Acordaos (Acuérdate) te dará la gracia y será el camino seguro de salvación.