Me han invitado a explicar por qué escribo ficción literaria.
La respuesta arranca de lo más profundo de mí mismo y, en buena medida, es compartida por todo ser humano: la necesidad de «crear», de dar vida, imitando la única y suprema capacidad creadora de Dios.
Todos compartimos esa tendencia, que se pone en práctica en realidades tan valiosas como tener hijos –sean del cuerpo o del espíritu–, así como en otras bien corrientes: por ejemplo, mejorar lo que poseemos, decorar con más gusto nuestra casa, embellecer el jardín, iniciar un emprendimiento, elaborar un nuevo producto o dar curso a un negocio.
Ficción Literaria
La ficción literaria permite crear mundos y vidas que pueden resultar para el lector más vívidos y reales que la misma realidad, porque los buenos personajes literarios encarnan lo más propiamente humano.
Existen abundantes ejemplos en la literatura universal, especialmente en la clásica, y si nos detuviéramos en ellos completaríamos el espacio de este artículo con ejemplos de Dickens, Shakespeare, Tolstói, Stevenson, Twain, Allan Poe, Dostoyevski, y tantos otros.
Esas figuras perviven en la historia con más presencia que tantas personas que vemos caminar por la calle, subir al metro o reír en una fiesta.
Algo parecido me pasa, al nivel de mi sencilla capacidad narrativa, con el anciano y exitoso oncólogo español Julián Bacaicoa (La agonía de Julián Bacaicoa, primer premio segundo certamen literario Didaskalos, Madrid 2019) que alcanzó la cúspide de su éxito profesional, pero en su agonía empieza a comprender que ha fallado en lo más importante.
Otro tanto me sucede con el joven Miguel Russo, ese chileno del último curso de colegio, de personalidad adolescente y dubitativa, a quien se le abre un mundo al encontrarse con Almudena, la española que conoció en un viaje de verano (El gran rompecabezas, Astor Nova, Palabra, Madrid 2020).
¿Y cómo olvidar al niño enfermo de leucemia y su abnegada madre que lo acompaña y le alegra la vida hasta que la enfermedad lo derrota? (El Capitán Chocolate, cuento ganador del 12º Concurso de cuentos, Universidad de los Andes, Chile 2020; traducido al francés Capitaine Chocolat, Boleine, Paris 2020).
Personajes
Sí, porque desde que un personaje viene a la existencia gracias a la creatividad de un escritor, nos enseña algo; al menos los que he conocido o creado me han enseñado a mí.
De sus errores he aprendido a escarmentar en cabeza ajena; de sus alegrías, a gozarlas junto a ellos; de sus dudas, a no titubear ante el bien; de sus adicciones, a no acercarme para evitar dejarme arrastrar por ellas; de sus egoísmos, a atender las necesidades de los demás; de sus discusiones, a cuidar la unidad con quienes amo; de sus catástrofes, a llorar para descubrir que también hay dignidad en el sufrimiento; de su alegría, a bailar, aplaudir y reír para celebrar.
La literatura
La literatura amplía lo humano, ayuda a superar la inflexibilidad, hace crecer la empatía y construye puentes de comunicación, permite un mayor conocimiento de uno mismo y da alas a la imaginación.
En otras palabras, nos ayuda a ser personas más completas y plenas, a comprenden más profundamente el mundo que nos rodea, su origen y su destino.
Son muchos los que señalan que los libros cambian la vida: según lo que leemos, somos.
Es que la ficción literaria también configura nuestra interioridad. Los libros son como los amigos: si son buenos, nos hacen mejores; si son malos, acabaremos por ser peores.
La buena literatura, como todo arte, orienta al lector hacia la belleza, hacia los valores plenamente humanos, esos que dignifican y nos empujan a una vida plena y feliz. La inmoralidad, en cambio, es fealdad y vuelve al ser humano tosco e insensible.
Hay tanta ficción humana, que muestra los aciertos como aciertos y los errores como errores, y también la hay deshonesta, escabrosa, violenta, obscena…
Toca a cada uno elegir cómo quiere ser, y de ahí la importancia de saber escoger.
Un gran aporte
En Jesús se encuentra la síntesis de los más altos valores que pueda alcanzar cualquier personaje literario.
Su vida real es un majestuoso drama de dolor y de amor, de encuentro con la maldad de los seres humanos y de salvación.
La buena literatura nos orienta a esa gran odisea de redención del mal a través del bien. Por eso tiene un sentido de trascendencia, lleva al encuentro de Dios y abre el espíritu a la oración.
Y si me preguntas si hay nuevos personajes que puedan cobrar vida, te digo que sí.
Se trata de dos chicas jóvenes que viven en Valdivia, una ciudad del sur de Chile, y sufren el devastador terremoto y maremoto de 1960, el más grande del que se tiene registro en la historia, una catástrofe inimaginable.
Una de ellas se llama, Amelie, de familia francesa, y otra, Erika, descendiente de alemanes. Son las mejores amigas, pero el desastre hizo que sus vidas se separen y cada una siga su propio camino… ¿Qué sucede después? Eso está por verse y ojalá pronto pueda saberse…
Mientras tanto lee, lee libros que te hagan crecer, vive otras vidas, recorre otros mundos, interactúa con personajes desconocidos, sé más hombre o más mujer, agranda tu corazón y aprende de los errores de tus personajes a no equivocarte.
En las calles, en la universidad, en la oficina, en el estadio, en una discoteca, no encontrarás a nadie como ellos.
Parece que son solo invenciones, que vienen de un mundo fantástico o maravilloso, y es así. Pero caminarán por los senderos de tu espíritu y te harán llegar más lejos de lo que hayas soñado.
Creo que leer, es una de las tantas cosas lindas que nos regala la vida. Leyendo aprendemos soñamos imaginamos y tantas cosas mas. Gracias a Cristián por su precioso artículo
Me encanta leer
Me encantó, motiva a atreverse a leer a grandes escritores,que por ser poco lectora me he quedade en novelitas y punto,graciash