Reseña:
La primera vez que escuché hablar de san Benito fue cuando me obsequiaron su estampita. Después mi mamá me regaló varias medallas de él.
También recibí accesorios que tenían la medalla del santo. Estos presentes me los dieron cuando estuve en quimioterapia. Me dijeron que era para que san Benito me protegiera durante mi tratamiento y ahuyentara todo lo malo.
San Benito: modelo de vida
Al leer sobre san Benito encontré muchas similitudes con la vida de san Antonio Abad de quien escribí en enero pasado. Ambos provenían de una familia noble y se retiraron a vivir solos para perfeccionarse en la oración a través de la contemplación y vencer así las tentaciones del cuerpo y la mente.
En la audiencia general del 9 de abril de 2008, el papa Benedicto XVI hace referencia a los Diálogos de san Gregorio Magno, que se considera la principal fuente de información de la vida de san Benito.
No es una biografía en el sentido clásico, dice el Papa. “Según las ideas de su época, san Gregorio quiso ilustrar mediante el ejemplo de un hombre concreto —precisamente san Benito— la ascensión a las cumbres de la contemplación, que puede realizar quien se abandona en manos de Dios. Por tanto, nos presenta un modelo de vida humana como ascensión hacia la cumbre de la perfección”.
San Benito tuvo un papel decisivo para que el viejo continente saliera de la noche oscura de la historia en la que se había sumido tras la caída del Imperio Romano. Fue así como el 24 de octubre de 1964, en la Carta Apostólica Pacis Nuntius, el papa Pablo VI proclamó a san Benito como patrono de Europa.
San Benito y su lucha por la santidad
Por los escritos de san Gregorio Magno se sabe que san Benito nació en Nursia, Italia, en el año 480. Estudió retórica y filosofía en Roma. Él solo quería agradar a Dios y sentía que la vida libertina de sus compañeros lo alejaba de su propósito. Así, que antes de finalizar sus estudios decidió retirarse a las afueras de Roma en una gruta donde pasó tres años. Allí se propuso superar las mayores tentaciones que él consideraba tenía todo ser humano:
- La tentación de ponerse a sí mismo en el centro
- La tentación de la sensualidad
- La tentación de la ira y de la venganza
Dice san Gregorio Magno que san Benito estaba convencido de que solo después de haber vencido estas tentaciones podía dirigir a los demás palabras útiles para sus situaciones de necesidad. “De este modo, tras pacificar su alma, podía controlar plenamente los impulsos de su yo, para ser artífice de paz. Solo entonces decidió fundar sus primeros monasterios”.
El papa Benedicto XVI dijo que san Benito “fundó la familia benedictina, un patrimonio que ha dado frutos a través de los siglos y que los sigue dando en el mundo entero”. Las tres características de la vida benedictina son: la oración, el trabajo y el ejercicio paterno de la autoridad, tal cual hizo Cristo con sus apóstoles.
La gruta en la que estuvo san Benito todavía existe y es parte de un monasterio benedictino.
San Benito: vivir bajo la mirada de Dios
La vida de san Benito estaba sumida en un clima de oración. Pero su espiritualidad no era una interioridad alejada de la realidad, dice Benedicto XVI. “En la inquietud y en el caos de su época, vivía bajo la mirada de Dios y precisamente así nunca perdió de vista los deberes de la vida cotidiana ni al hombre con sus necesidades concretas”.
Esta afirmación me hizo pensar que si los gobernantes de hoy vivieran como san Benito bajo la certeza de que Dios los está mirando, qué diferente sería todo. No tendríamos a un presidente liderando un ejército contra un país vecino, solo porque en su mente cree que es y siempre será su dueño.
Si todos viviéramos bajo la certeza de que Dios nos está mirando, cuidaríamos cómo les hablamos a nuestros amigos, a nuestros hermanos, a nuestros hijos.
Hoy en día puede verse como una locura retirarse a una gruta por tres años sin acceso a internet, sin servicios básicos, sin el contacto humano. Pero lo cierto es que podemos ser contemplativos en medio del mundo, tal cual nos enseñó San Josemaría Escrivá de Balaguer. En donde nos desempeñemos procurar ser santos convirtiendo “el trabajo en un diálogo de oración”. Para eso necesitamos encontrar momentos para serenar nuestra alma y poder así escuchar qué es lo que Dios quiere de cada uno de nosotros.
Y tenemos muchas herramientas para lograrlo. Por ejemplo:
- Retiros mensuales: para mí son el alto que necesito al mes para hacer examen de las cosas que debo ajustar o mejorar.
- Retiros de fin de semana: tuve mi primera experiencia el año pasado y lo recomiendo. Son tres días de encuentro profundo con Dios. Lo ideal es hacerlo una vez al año.
- Crear una rutina diaria de oración: sugiero encontrar un sitio en tu casa o en tu lugar de trabajo donde puedas estar en silencio ante Dios. Claro, cada uno dentro de sus circunstancias sabrá dónde y cómo lograrlo.
La Medalla de san Benito
Cuando mi mamá me regaló la primera medalla de san Benito me llamó la atención la cruz que tenía en uno de los lados. Es algo extraña, con unas letras a su alrededor. Todas las que me regalaron son iguales.
Luego de investigar, encontré el significado de las mismas:
Cruz del Santo Padre Benito
La santa Cruz sea mi luz
Que el dragón infernal no sea mi guía
No me sugieras cosas vanas
Es malo lo que me ofreces
Bebe tu mismo tu veneno
En el otro lado de la medalla está la imagen del santo sosteniendo con una mano una cruz, y con la otra su libro, titulado Las reglas, que escribió para sus monjes y que fue inspiración para muchas de las otras comunidades religiosas. El papa Juan Pablo II dijo que este libro contiene e irradia enseñanzas que afectan a nuestro tiempo. Puede ayudar en todo momento a quienes se han alejado de Dios para que vuelvan a Él.
La cruz-medalla de san Benito es muy antigua. Por la tradición se sabe que el santo recomendaba a sus discípulos llevarla para vencer las tentaciones, ahuyentar al demonio y obrar maravillas. La misma fue cambiando con los años hasta tener el diseño que se conoce actualmente.
Además, ahora es un sacramental reconocido por la Iglesia Católica con un gran poder para ahuyentar el mal.
El Catecismo de la Iglesia Católica establece que por los sacramentales “los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida”.
Las medallas, las cruces, las estampas de santos, el agua bendita, entre otros, son sacramentales que nos recuerdan que tenemos a Dios presente en nuestras vidas y nos santifican.
Ahora que ya conocemos el poder de la medalla de san Benito, podemos optar por tenerla siempre con nosotros, confiando que alejará las tentaciones y el mal de nuestras vidas. También podemos considerarla como un regalo.
Ayúdame, oh gran san Benito, a ser contemplativo en medio del mundo y a vivir ante la mirada de Dios.