San Bernardo nació en una familia noble, desde muy joven siguió su vocación religiosa. Ingresó en la abadía cisterciense de Cîteaux y pocos años después pasó a dirigir el nuevo monasterio de Claraval.
En ambos monasterios impuso el estilo que pronto se extendería a toda la Orden del Císter: disciplina, austeridad, oración y simplicidad. Su teología, en cambio, insistía sobre la Virgen María y sobre la humanidad de Jesucristo con una ternura que le valió el sobrenombre de doctor mellifluus (El Doctor boca de miel).
Personalidad de Bernardo
Se cuenta que su vigor juvenil le causaba un reto en las tentaciones contra la castidad y santidad. Por eso durante algún tiempo se enfrió en su fervor y empezó a inclinarse hacia lo mundano. Pronto se dio cuenta que las amistades mundanas, por más atractivas y brillantes que fueran, lo dejaban vacío y lleno de hastío. Después de cada fiesta se sentía más desilusionado del mundo y de sus placeres.
Bernardo tenía un extraordinario carisma de atraer a todos para Cristo. Amable, simpático, inteligente, bondadoso y alegre. En la historia de la Iglesia es difícil encontrar otro hombre que haya sido dotado por Dios de un poder de atracción tan grande para llevar gente a la vida religiosa, como el que recibió Bernardo.
Las mujeres jóvenes tenían terror de que su novio hablara con el santo. En las universidades, en los pueblos, en los campos, los jóvenes al oírle hablar de las excelencias y ventajas de la vida en un convento, se iban en numerosos grupos a que él los instruyera y los formara como religiosos.
Se afirma que durante su vida fundó más de 300 conventos para hombres, e hizo llegar a gran santidad a muchos de sus discípulos. Lo llamaban «el cazador de almas y vocaciones». Con su apostolado directo consiguió que 900 monjes hicieran profesión religiosa.
Gran Teólogo
Otro frente contra el que san Bernardo luchó fue la herejía de los cátaros, que despreciaban la materia y el cuerpo humano, despreciando, en consecuencia, al Creador. Él, en cambio, sintió el deber de defender a los judíos, condenando los rebrotes de antisemitismo (hostilidad hacia los judíos)cada vez más generalizados.
Entre sus obras más famosas están sus Sermones sobre el Cantar de los cantares. También es digno de mención un libro bastante particular, que terminó precisamente en este período, en 1145, cuando un alumno suyo, Bernardo Pignatelli, fue elegido Papa con el nombre de Eugenio III. En esta circunstancia, san Bernardo, en calidad de padre espiritual, escribió a este hijo espiritual suyo el texto De Consideratione, que contiene enseñanzas para poder ser un buen Papa.
En una catequesis sobre este santo, el Papa Benedicto XVI decía:
para san Bernardo, de hecho, el verdadero conocimiento de Dios consiste en la experiencia personal, profunda, de Jesucristo y de su amor. Y esto, queridos hermanos y hermanas, vale para todo cristiano: la fe es ante todo encuentro personal íntimo con Jesús, es hacer experiencia de su cercanía, de su amistad, de su amor, y solo así se aprende a conocerlo cada vez más, a amarlo y seguirlo cada vez más. ¡Que esto nos suceda a cada uno de nosotros! (AUDIENCIA GENERAL, 21 de octubre de 2009)
Amor a la Virgen Santísima
Para progresar en amor a la Madre de Dios, los escritos de san Bernardo se convierten en una fuente indispensable. Él fue quien compuso aquellas últimas palabras de la Salve: «Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María«. Y repetía la bella oración que dice: «Acuérdate oh Madre Santa, que jamás se oyó decir, que alguno a Ti haya acudido, sin tu auxilio recibir«.
San Bernardo aconsejaba: «si se levantan las tempestades de tus pasiones, mira a la Estrella, invoca a María. Si la sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu espíritu, levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella, invoca a María. Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación, lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a la Madre de Dios. Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola no te desesperarás. Y guiado por Ella llegarás seguramente al Puerto Celestial.» (Oración de San Bernardo)
Sus sermones son verdaderos clásicos de la literatura espiritual, después de varios siglos, se siguen leyendo con satisfacción y gran provecho.
Para concluir estas reflexiones sobre san Bernardo, podemos utilizar estas invocaciones tan bonitas a María que leemos en una homilía suya: «En los peligros, en las angustias, en las incertidumbres, piensa en María, invoca a María. Que Ella no se aparte nunca de tus labios, que no se aparte nunca de tu corazón; y para que obtengas la ayuda de su oración, no olvides nunca el ejemplo de su vida. Si la sigues, no puedes desviarte; si la invocas, no puedes desesperar; si piensas en ella, no puedes equivocarte. Si ella te sostiene, no caes; si ella te protege, no tienes que temer; si ella te guía, no te cansas; si ella te es propicia, llegarás a la meta…» (Homilía Missus est).