Celebramos el día internacional del trabajador y al mismo tiempo, el día de san José Obrero. Qué gracia tan grande es escribir este pequeño texto en este día especial. Pues, es verdad, el trabajo santifica , dedicarnos enteros a nuestras labores, ofreciéndolos a Dios es una manera real de alcanzar la santidad. Pensemos que san José, al igual que años después lo haría nuestro Señor, se dedicaba al humilde trabajo manual del obrero, del artesano.
Y es que, el trabajo físico es cansado, puede ser repetitivo, puede ser inclusive aburrido… pero san José obrero nos muestra que la vida del trabajo manual es rica en bendiciones, porque al cansar el cuerpo al mismo tiempo purificamos el alma.
Muchos podemos pensar que el trabajo manual está lejos de nuestra vida cotidiana, porque somos secretarios, profesores, contadores o ejecutivos… pero hay tantas labores manuales que debemos realizar día a día, por ejemplo: hacer la cama, cocinar el almuerzo, manejar el carro, barrer, planchar, cambiar un bombillo… ¿los hacemos pensando en santificar nuestra alma como san José? ¿o los hacemos de mala gana, mostrando cansancio y mal humor a nuestra familia?
Trabajo ordinario
Me imagino a san José, después de un día largo de trabajo, llegar a la casa con una sonrisa de oreja a oreja, para ver a Jesús y la Virgen, para contarles de su día, para mostrarles la dignidad de un trabajo bien hecho, en casa y en el taller.
Como dijo san Juan Pablo II en el Jubileo de los Trabajadores del año 2000: “El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene. Cuanto se realiza al servicio de una justicia mayor, de una fraternidad más vasta y de un orden más humano en las relaciones sociales, cuenta más que cualquier tipo de progreso…”
San José nunca fue adinerado, pero tuvo muchísimas más bendiciones que todos nosotros juntos. Además de un premio inmenso en el cielo, después de una vida de trabajo de obrero dedicada, entera, a su familia. Y es a eso a lo que debemos aspirar, a nuestro premio celestial después de una vida bien trabajada.
Y es que el buen trabajo se convierte en un gran ejemplo para los demás. Pensemos que en este año de pandemia todos nos hemos visto obligados a vivir entre el trabajo y el hogar, en un limbo extraño de obligaciones profesionales y domésticas.
En media pandemia
Nuestros hijos en el colegio a distancia, nos vieron en el trabajo a distancia, aprendieron de y con nosotros esta nueva forma de vivir… pero, ¿lo hicimos tratando de replicar al santo silencioso, al padre de Jesús? ¿con consciencia de que lo que enseñemos hoy se mantendrá en las memorias de nuestros pequeños y formará su forma de ver el trabajo?
Es que Jesús aprendió con José a trabajar, a conocer cuáles son las obligaciones profesionales y domésticas de un buen hombre. A ser carpintero, a tener ética en el trabajo, a seguir las leyes de Dios y también las del hombre… y, sobre todo, a sentir alegría y orgullo del cansancio del trabajo.
Es que no había un mejor padre para nuestro Señor que san José, y no hay un mejor padre para nosotros tampoco. Al ser san José el patrono de la Iglesia, y al estar celebrando el año de este gran santo, peguémonos un poquito más a él.
Cuando estemos cansados de trabajar, cuando suene la alarma y queramos quedarnos unos minutitos más en la cama, cuando tengamos que tratar con ese colega complicado en el trabajo, pidámosle que interceda por nosotros ante Dios, para que tengamos la capacidad de ver a otros con los ojos de Cristo, y para que veamos al bendito cansancio como nuestro camino al cielo.
Vale la pena resaltar que la Iglesia celebra a san José Obrero en este primer día del mes de mayo, mes de Nuestra Señora. Entonces, comencemos mayo con gran devoción a nuestra madre del cielo y de la mano de san José, su casto esposo, para que sea un mes de traer alegría a nuestros trabajos, a nuestro hogar, a nuestra familia, y por consiguiente, a Dios.