A las cuatro de la tarde del día de ayer, estaba con un horario apretado y muy poco tiempo para hacer ejercicio.
Así que decidí salir a caminar por mi urbanización y aprovechar esos 40 minutos para escuchar una meditación que me llega todos los días desde México.
Fue tan interesante y conmovedora la historia que nos narraba el sacerdote, que no puedo dejar de compartirla.
El Taller del Carpintero
En una pequeña carpintería hubo una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar.
La causa: hacía demasiado ruido, y además se pasaba todo el tiempo golpeando a los demás. El martillo aceptó su culpa pero pidió que también fuera expulsado el tornillo, pues era esquivo y había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo. Ante el ataque, el tornillo aceptó sus faltas pero pidió también que se expulsara a la lija, pues era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás. La lija estuvo de acuerdo a condición de que fuera expulsado a su vez el metro que siempre estaba midiendo a los demás según su propia medida, como si fuera el único perfecto.
En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su labor. Utilizó el martillo, el tornillo, la lija y el metro… Tras varias horas de trabajo, la rústica madera inicial se convirtió en un hermoso juego de ajedrez.
Cuando el carpintero terminó su labor y cerró el taller, se reanudó la deliberación. Entonces, tomó la palabra el serrucho y dijo:
“Señores, está demostrado que todos tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades y eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos más en nuestros puntos malos y concentrémonos en nuestros puntos buenos”.
La asamblea descubrió entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía, la lija servía para afinar y quitar asperezas, el metro era preciso y exacto.
De este modo, se sintieron un equipo capaz de producir y lograr cosas de calidad, se sintieron orgullosos de sus capacidades y de trabajar juntos.
Reflexión
Algo parecido sucede a los hombres, cuando en un grupo, una familia, un colegio, una empresa, las personas solo buscan los defectos de los demás, la situación se vuelve tensa y negativa.
En cambio, al tratar con sinceridad de percibir los puntos fuertes de los demás, florecen los mejores resultados… Es muy fácil encontrar defectos en los demás, cualquier tonto puede hacerlo. Pero encontrar cualidades es un arte, y es lo que realmente sirve.
Además, la vida es más amable cuando nos fijamos en las cosas bonitas que tiene cada persona, y vamos sacando de cada uno lo mejor.
Por otro lado, como decía San Juan Pablo II, “cada hombre tiene su dolor y su misterio”, y no sabemos qué pesar lleva ese corazón.
Es imposible juzgar personas y hechos sin conocer el fondo de las cosas. Y la verdad, es mejor que Dios sea quien juzgue.
¿No es verdad que Dios ha tenido y tiene más paciencia con nosotros?
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