1. Todo cuenta
La sociedad te necesita, ella está servida de tu esfuerzo para el bien de todos. En un día como cualquier otro habremos recibido del panadero para nuestro desayuno, de alguna costurera para nuestra vestimenta y de un arquitecto u obrero para tener la casa que tenemos. Al subir a nuestro auto necesitamos del hombre para la gasolina o del chofer de autobús para llegar a nuestro lugar destino… y esto no para.
Podría pasar todo el día desde lo superficial hasta lo más profundo repasando esta rueda que da vueltas sin detenerse, consiste en un servir y ser servido constante que nos hace ser sociedad y al mismo tiempo nos va moldeando y haciéndonos bien o mal.
Esto último queda bajo nuestra propia libertad, está en nuestras manos hacerlo bien o mal, de una lucha por la perfección y excelencia, dentro de nuestras propias capacidades y limitaciones, o caer en la mediocridad.
Otro ejemplo
Por un momento imaginemos que un pizzero haga crecer bien la masa, coloque los ingredientes de la pizza en la proporción y de la manera más adecuada y esté atento al tiempo justo de cocción que debe tener en el horno, en primer lugar como es de esperarse saldrá una buena pizza, pero al mismo tiempo, hará feliz a las personas que las consuman, será parte de un momento de sus vidas, construirá un recuerdo, asimismo hará crecer el bien interior del pizzero, dependerá de su intención (en el punto 4 estará más claro todo).
2. Es para lo que estamos hechos.
En el Génesis, libro que cuenta el origen de todos los tiempos, Dios creó (trabajó) la Tierra en la que hoy vivimos y todo lo que en ella habita. En las siguientes líneas cuenta que creó al hombre a su imagen y semejanza, además le encarga cuidar y crear sobre los demás seres vivos, es decir, que al igual que Él, trabajen.
Esto está muy claro, estamos hechos para trabajar. Por años nos hemos comido el cuento de que la vida es solo pensar en tener sin trabajar, en tener golpes de suerte, en unas vacaciones eternas o trabajar solo pensando en ellas, en esperar, ser siempre servidos sin servir.
Estas ideas suenan bien en primera instancia, más aún si venimos de una racha de trabajo sin sentido, que hacemos y hacemos sin parar como hormigas creando un nido o como gallinas ciegas que corren en círculos haciendo lo que dicta un jefe enfocadas en lo urgente sin ningún tipo de razonamiento ni atención verdadera.
Hoy te invito a luchar contra esas ideas, el trabajo es lo que haremos la mayor cantidad de tiempo de nuestras vidas y es a donde estarán muchas de nuestras satisfacciones y oportunidades de crecimiento y superación personal, huirle es una verdadera insensatez.
Es para lo que nacimos, y hacer para lo que estamos hechos es la mejor opción siempre.
3. Dos en uno. Camino de crecimiento humano y espiritual.
Ya hablamos de qué nos hace crecer, pero no de qué nos hace crecer por partida doble. “Santificar el trabajo, santificarse en el trabajo y santificar a los demás con el trabajo”, en esta frase que repetía san Josemaría está la clave del verdadero camino que como cristianos podemos seguir, desde el amor y la libertad.
¿Pero qué es eso de santificar el trabajo? Es tan simple como hacerlo unidos a Dios. Tanto para ofrecérselo a Jesús como para hacerlo junto a Jesús.
Si nos ponemos a pesar en el hecho de hacer nuestro trabajo para luego ofrecerlo a Jesús, a Aquel a quien le debemos todo, a Aquel que nos amó primero, que dio la vida por nosotros, nos cuida y ama más que a nadie en el mundo, lo mínimo que le podemos dar es lo mejor que tengamos para ofrecer apuntando siempre hacia la perfección, una perfección desde la caridad.
Hacerlo con Él no precisamente quiere decir que tenemos que rezar, en todo momento, oraciones mientras realizamos nuestra tarea profesional, sino más bien se trata del convencimiento profundo de que Jesús está a nuestro lado y siempre nos ayuda a superar los obstáculos que no se presentan y que todo lo que nos pasa bueno o malo en realidad es para nuestro bien, para que cambiemos y limemos asperezas y adquiramos virtudes que son las que nos santificarán y nos llevarán a estar en un futuro Cielo junto a Dios.
4. La intención y forma cuentan y determinan todo.
El mejor ejemplo de trabajo santificado y santificante nos lo dio el mismo Cristo con su venida a la Tierra. Hasta los 33 años de edad trabajó en el taller de José. Un trabajo que se caracterizaba por ser oculto, constante y ordinario.
Oculto: eso que pasaba dentro de las paredes del taller, no en medio de una plaza, esta característica permite rectificar la intención, ayuda a que el trabajo sea cara a Dios y ese reconocimiento es el que importa.
Constante: un trabajo bien hecho es ese que hacemos hasta el final.
Ordinario: aquel donde bastan las tareas pequeñas y sencillas que se deben cumplir cada día con la finalidad de que al cabo de un tiempo hayamos logrado el objetivo trazado, sin esperar grandes cargos u oportunidades ostentosas para poder lucirnos y hacerlo bien. Hay que cuidar hasta lo que parece insignificante.
Vivimos en una sociedad donde la inteligencia artificial, el trabajo remoto, y la desigualdad creciente entre los deberes y derechos de los trabajadores es una realidad. Como cristianos debemos mantenernos firmes en un mensaje de que el trabajo es un medio dignificante, que nos ayuda a todos a formarnos en virtudes humanas y espirituales.
5. Claves para hacerlo posible.
-Hacer un trabajo que apunte a la perfección humana desde la caridad.
-Hay días buenos y días malos, busca no desanimarte, comienza y recomienza.
-Busca superarte, estudiando más sobre un área en específico, mejora tus tiempos al realizar una tarea, agrega detalles y aprende cosas nuevas.
– Pon algo que visiblemente te recuerde que no estás solo en el trabajo, Dios está contigo.
Bonus:
Capaz el trabajo que tengas ahora no sea el de tus sueños, ni como lo imaginaste, ni te da satisfacciones constantes; pero hoy te digo que todo pasa, solo debes buscar darle la vuelta. Piensa que es un medio para ser mejor, no un fin en sí mismo. No es casualidad que estés allí, esa es tu oportunidad para santificarte hoy.