Una nueva Cuaresma transcurre, 40 días donde los católicos estamos llamados a orar, a sacrificarnos, de una manera asemejarnos a nuestro Señor Jesucristo. Es la época ideal para poder trabajar alguna virtud en particular.
Es de suma importancia vivir intensamente la Cuaresma para poder acompañar al Señor en el camino al Calvario.
Esta es una época en la que el alma debe recogerse e incomodarse, puesto que es la antesala a la Semana Mayor, a aquella semana donde recordaremos cada uno de los misterios en torno a la Muerte y posterior Resurrección de Jesús. Qué importante es adentrarnos en este misterio, y tener un corazón siempre presto a amar y asemejarse a nuestro Señor.
Considero también que la Cuaresma tiene un sentido muy especial, porque nos enseña a unir nuestro sufrimiento a Jesús.
Es decir, encontrar en los misterios de la Pasión, el sentido al sufrimiento, el valor que tiene un sacrificio y una mortificación.
¡Qué gracias inmensas para las almas que se disponen dócilmente a sacrificarse en estos 40 días!
¡Qué dicha tan grande que en este periodo nuestro corazón se asemeje al corazón traspasado de Jesús!
Evidentemente la Virgen María, nuestra Madre y maestra, es la persona ideal para acompañarnos en este camino de sacrificio, que a su vez es un camino de amor.
María, Madre de los dolores, aquella que caminó el Gólgota junto a nuestro Señor, es la mujer ideal para que entendamos el sentido del dolor, para que nos adentremos profundamente en estos 40 días de desierto junto a Jesús.
Descubramos juntos lo que nos puede mostrar la Virgen María, para vivir lo que nos resta de esta cuaresma junto a Ella, recordando siempre que María entendió el amor, que fue la Madre de Dios, la que vivió paso a paso junto a Jesús, el misterio de su Pasión.
¿Quién mejor que esta dulce Madre amorosa, para sumergirnos en las llagas de su Hijo amado?
Por sus heridas fuimos salvados
No podemos olvidar, especialmente en Cuaresma, que el misterio de la Pasión de Nuestro Señor debe retumbar nuestro corazón.
Es Dios que da su vida por amor a ti y a mí, es el Cristo, el Mesías, quien se hace reo de nuestras culpas, y movido por un infinito amor, es capaz de dar su vida, para que tú y yo seamos redimidos.
Sus heridas, su sacrificio, su amor… Tenemos tanto que agradecerle a nuestro Señor, es preciso pues, intentar ser recíprocos, es necesario que recordemos siempre, que su sangre nos ha purificado y que, por sus heridas, hemos sido limpiados y liberados.
Por esto, debemos ser capaces de morir a nosotros mismos, de sacrificarnos, de podernos negar aquello que nos guste, de poder salir de nuestra comodidad. Con pequeños actos de sacrificio, busquemos asemejarnos un poco a nuestro Señor.
Un corazón como el de María
María, nuestra Madre, entendió el amor, fue Ella capaz de acompañar a Jesús en su camino. Y estuvo junto a Él durante toda su Pasión.
Sumerjámonos en el corazón Inmaculado de María, ese corazón que fue traspasado, y que sufrió lo que su hijo amado sufría.
¿Quién mejor que la Santísima Virgen María para enseñarnos a comprender este gran misterio?
Es momento de que acudamos a nuestra Madre.
Es hora de entregarle nuestro corazón.
Este es el momento de pedirle a La Madre Dolorosa, que nos acompañe en esta Cuaresma, que, por su intercesión, nos sumerjamos en las llagas redentoras de Jesús.
Y es que de la mano de María, cada sacrificio, sea grande o sea pequeño, tendrá un valor especial, nos asemejará a Cristo doliente.
Te invito a que acudas a María, y que ella nos refugie en su corazón, que sea esta dulce Madre quien nos enseñe a vivir una Cuaresma, recogida, con actos de sacrificio y mortificación.
Y que, aprendiendo de esta dulce Madre, guardemos silencio, recojamos nuestro corazón, y procuremos prepararnos para poder acompañar a Jesús durante la Semana Mayor.
Te puedo asegurar que los frutos de nuestros sacrificios y oraciones nos ayudarán a vivir plenamente la Gloria de la Resurrección.
«Antes de llegar al Tabor, es preciso pasar por el Calvario»
Fue Santa Teresita, quien nos recuerda que “antes de llegar al Tabor, es necesario pasar por el Calvario”. Esta frase debe retumbarnos en el corazón, pues es el sentido que le debemos dar a este tiempo de Cuaresma, y en general a nuestras vidas.
Para poder vivir con alegría y con intensidad, la Pascua, el triunfo de Jesús sobre el pecado y sobre la muerte, debemos preparar nuestro corazón en Cuaresma, y así estar prestos y poder acompañar al Señor en su Calvario.
¡Estamos cerca de Semana Santa, ánimo!
Proponte pues, vivir lo que te resta de Cuaresma, en un espíritu de recogimiento y de sacrificio.
Estamos a tiempo aún de ofrecerle al Señor pequeños sacrificios, de negarnos gustos, de orar, de recogernos, de meditar en la Pasión del Señor.
Vivamos pues cada día amando intensamente y siendo capaces de acompañar a Jesús en la Cruz.